viernes, 18 de junio de 2021

SOLDADOS DE LA HISTORIA



EL HOPLITA ATENIENSE




El ejército ateniense era la fuerza militar de Atenas, una de las ciudades más importantes de la antigua Grecia. La unidad del ejército ciudadano ateniense, al igual que prácticamente todos los ejércitos griegos, era el soldado de infantería pesada llamado, hoplita. Las polis comenzaron a entender la guerra no solo como competencia de los Aristoi (aristócratas), sino que también debería estar implicado el pueblo llano (clases bajas y medias), a fin de formar unidades compactas de infantería ligera o pesada con soldados disciplinados, bien armados y entrenados. A la infantería pesada se la llamó “hoplita”, por su panoplia de combate, denominada “hoplon”. El hoplita era el soldado básico de los ejércitos griegos. Y también el más importante. Sin su presencia no hubiera sido posible la formación en falange. La primera cuestión que debe tratarse es el origen social de los hoplitas atenienses, pues la condición de hoplita se encontraba relacionada con el status social. En Atenas procedían en su inmensa mayoría de la clase llamada los zeugitai, es decir, la tercera de las cuatro clases en las que el legislador Solón dividió a los atenienses un siglo antes, según su índole económica. Por supuesto las dos clases superiores, menos numerosas, también aportaban hoplitas, pero es la tercera la que supone la base de este tipo de soldados. Todos los ciudadanos en buena forma física, eran responsables del servicio militar de los 18 hasta los 60 años. A comienzos del siglo V aC., los atenienses combatían agrupados en diez tribus (siguiendo la nueva división política en la que Clístenes había dividido a los habitantes del Ática), cada una dirigida por un stratego. Los diez strategoi se encontraban encabezados por el Arconte Polemarco, y los once eran quienes tomaban las decisiones a ejecutar por parte del cuerpo cívico en combate. En esa fecha se estima que cada tribu podía alinear alrededor de 1.000 hoplitas. Dentro de la mentalidad hoplítica la guerra es defensiva. No se adopta una idea de aniquilar al enemigo o capturarlo, sino que lo importante es el terreno. El lento pero constante avance de la falange tiene como objetivo ocupar el campo de batalla y reclamarlo. Por ello, morir en el campo de batalla supone una muerte heroica, en defensa de la polis. La falange griega destacaba en el combate en terreno llano. Fue diseñada con este propósito. Una vez comenzada la batalla, los hoplitas avanzaban con las lanzas al frente. 
El ritmo de cada soldado debía ser homogéneo para mantener un muro de escudos, que es lo más relevante en la falange. Su equipo consistía en una lanza (dory) de más de dos metros de largo, un casco, coraza de pecho y “espinilleras” (grebas) para las piernas lamas cnémidas, todas las protecciones eran de bronce ya que era más duro que el hierro utilizado en ese momento. Además, estaba el escudo argivo redondo de hierro: el aspis koilè del hoplita (comúnmente llamado hoplon, como reducción de la terminología que definía a su equipo militar completo), del que se deriva su nombre. Habitualmente llevaban también una espada corta conocida como xifos. Puede que la lanza fuera el arma de un hoplita pero era el hoplon la esencia de la falange. De gran peso, podía encajar golpes con facilidad. Aunque su atributo más importante era su forma y tamaño. Cada hoplita protegía la mitad izquierda (la mano del escudo) de su cuerpo con su hoplon. Mientras que su mitad derecha era protegida por el soldado a su derecha.




EL HOPLITA ESPARTANO



El hoplita espartano era el ciudadano-soldado de la antigua Grecia y formaba parte de la infantería pesada. Su nombre proviene de las armas y armaduras que utilizaba. Dado que este armamento era muy pesado, incluía el escudo tipo “aspis”, la lancha, una espada corta, las grebas de bronce para las piernas. Los hoplitas eran la infantería pesada del ejército griego, y el hoplita espartano era considerado como la élite de los hoplitas. Entrenados desde pequeños, eran hombres robustos, lo suficientemente fuertes y resistentes como para poder aguantar largas marchas o de sostener duros combates con todo su equipo de combate. Los hoplitas más acomodados tenían esclavos que se ocupaban del mantenimiento y transporte de las armas que podían llegar a pesar entre 25-35 kilos. Los esclavos también sabían manejar las armas y, en muchas ocasiones, participaban en las batallas junto a sus amos. Cada hoplita tenía su propia armadura hecha a medida, con algunas pequeñas diferencias en el escudo, por ejemplo, solían poner los símbolos de su familia y las piezas más conocidas eran la lanza, el casco y el escudo. La lanza (Dorus) medía más de 2 metros y se componía de tres piezas: asta, punta y regatón. El escudo era el principal arma de combate. Un espartano en formación estaba defendido por la mitad derecha de su escudo y por la mitad izquierda del escudo que llevaba el hombre a su derecha. El casco es la parte que más cambios sufrió, siempre con la intención de proteger mejor el ejército más temido de la época. En su forma primitiva llevaba protecciones para la nariz y las orejas pero estos detalles impedían que los soldados pudieran escuchar bien las ordenes o ver a los lados sin tener que mover la cabeza. Este dato confirma que los hoplitas estaban preparados para luchar como una formación de combate, solo veían hacia delante, ya que por los lados se defendían unos a los otros. El casco es la parte que más cambios sufrió, siempre con la intención de proteger mejor el ejército más temido de la época. En su forma primitiva llevaba protecciones para la nariz y las orejas pero estos detalles impedían que los soldados pudieran escuchar bien las ordenes o ver a los lados sin tener que mover la cabeza. Este dato confirma que los hoplitas estaban preparados para luchar como una formación de combate, solo veían hacia delante, ya que por los lados se defendían unos a los otros. El casco es la parte que más cambios sufrió, siempre con la intención de proteger mejor el ejército más temido de la época. En su forma primitiva llevaba protecciones para la nariz y las orejas pero estos detalles impedían que los soldados pudieran escuchar bien las ordenes o ver a los lados sin tener que mover la cabeza. Este dato confirma que los hoplitas estaban preparados para luchar como una formación de combate, solo veían hacia delante, ya que por los lados se defendían unos a los otros. Las tácticas de combate de la falange están pensadas con el objetivo de llegar lo antes posible al enfrentamiento cuerpo a cuerpo. El ejercito espartano creó una de las tácticas más célebres: la carrera hoplita. Consistía en avanzar a paso ligero, casi a la carrera, cubriéndose con el hoplon, permitiendo sorprender al rival, que no espera un ataque de su parte. Sin embargo, las fuerzas espartanas destacaban en el uso de la formación de los hoplitas: la falange. Esta se basaba en el uso del hoplon para proteger al compañero de tu izquierda. 8 filas de hoplitas formando hombro con hombro, juntando sus escudos como si fueran uno, de tal manera que formaban una gran muralla de lanzas y bronce que, situados convenientemente, se volvían totalmente impenetrables.




EL SOLDADO PERSA




El ejército persa (spada) estaba mandado por un spadapatis y los griegos le denominaba karanos, se basaba en las levas de cada satrapía del imperio. Los ejércitos persas aqueménidas, se componían de las siguientes fuerzas. Fuerzas reales, que dependían directamente del rey como pueden ser los Inmortales, los kardakes o kardaces, y ls fuerzas mercenarias reclutadas por el rey. Tropas de las satrapías, compuestas por los séquitos personales de los sátrapas y las fuerzas reclutadas en sus propias provincias, también los mercenarios reclutados por estas. Tropas tribales semi-independientes que actuarían como aliados bajo sus propios jefes. El servicio militar era obligatorio para los persas de nacimiento y “asimilados”. No queda clara la duración de este servicio militar ni la edad para iniciarlo, pero se estima en unos 4 años más o menos de duración y los 20 años como la edad de inicio. Durante estos 4 años se entrenaban para la guerra y se utilizaba a estos reclutas como policía para mantener el orden del Imperio. Una vez terminada esta formación militar, el ciudadano se podía licenciar o seguir en el ejército. Si se optaba por la vida civil, permanecía en la reserva hasta la edad de 50 años. Si permanecía en el ejército, solían pasar al cuerpo de caballería. La organización del ejército era muy parecida a la asiria, compuesta por infantería y caballería. Para la comunicación entre las diferentes regiones que componían el imperio, los persas desarrollaron un servicio de correos parecido al ”pony expres” con el cual podían envían mensajes a todo el Imperio en muy poco tiempo. La infantería (pasti) al igual que la asiria era ligera se dividía en ligera y pesada. Los arqueros combatían, copiando de los asirios, asociando arqueros con escuderos. La primera línea la formaban los sparabara, portadores de escudo, siendo la spara un rectángulo de cuero entretejido con mimbres que llegaba desde los hombros a los tobillos, pero sin contar con algún otro tipo de protección (coraza o casco); además, estaban armados con una lanza de 2 metros de largo. Los arqueros de diversas nacionalidades de Oriente y Escitia, estaban armados con el potente arco compuesto, constituían el principal activo del ejército persa. Este arco podía arrojar flechas a una distancia de hasta 300 metros, aunque la distancia efectiva en combate sería menor. Los persas no podían hacer frente a un enemigo bien organizado y armado sin contar con infantería pesada. Pronto empezaron a contratar mercenarios griegos, pero para evitar esta gran dependencia, Dario III comenzó a preparar una infantería pesada propia: los kardakes o cardaces. Iban armados con escudo hoplita, así como con lanza o jabalinas, pero al igual que el resto de infantería persa, muchos no contaban con coraza ni casco, hubo alguna unidad que iba más protegida como infantería pesada. Los persas no podían hacer frente a un enemigo bien organizado y armado sin contar con infantería pesada. Pronto empezaron a contratar mercenarios griegos, pero para evitar esta gran dependencia, Dario III comenzó a preparar una infantería pesada propia: los kardakes o cardaces. Iban armados con escudo hoplita, así como con lanza o jabalinas, pero al igual que el resto de infantería persa, muchos no contaban con coraza ni casco, hubo alguna unidad que iba más protegida como infantería pesada. Estos guerreros se protegían con grandes escudos de cuero y mimbre. Las diversas armas ofensivas con las que luchaban eran lanzas, hachas, espadas, arcos y flechas. Su armadura ligera consistía en una coraza acolchada de lino y en un casco. La caballería (asabari) se componía de caballería pesada, caballería ligera y carros de guerra, también emplearon escuadrones de camellos (usabari) así como los elefantes de guerra. Bien, para cuando los persas derrotaron a los medos y tomaron el poder, las formaciones de arqueros se habían perfeccionado hasta que nació el soldado persa por excelencia, el sparabara. Estos formaban en filas de diez arqueros de profundidad (los persas usaban divisiones decimales en sus ejércitos). El líder de cada columna de diez hombres estaba delante, y portaba una lanza y un gran escudo rectangular, llamado «spara«. Sparabara significa portador de spara. Bien, para cuando los persas derrotaron a los medos y tomaron el poder, las formaciones de arqueros se habían perfeccionado hasta que nació el soldado persa por excelencia, el sparabara. Estos formaban en filas de diez arqueros de profundidad (los persas usaban divisiones decimales en sus ejércitos). El líder de cada columna de diez hombres estaba delante, y portaba una lanza y un gran escudo rectangular, llamado «spara«. Sparabara significa portador de spara. Los reyes aqueménidas crearon un cuerpo especial de sparabara, pagado a cargo del tesoro, de 10.000 hombres, que formaban la guardia real. Estos diez mil soldados persas serían conocidos como Los Inmortales. Se llamaban así porque el regimiento siempre se mantenía con 10.000 efectivos. Si había bajas, entraban nuevos soldados en el cuerpo hasta recuperar su número. Tenían el mejor equipo y el mejor entrenamiento. Eran la élite de los sparabara. Estos guerreros significaron la tropa de élite del Imperio Persa durante más de tres siglos que estaban perfectamente entrenados. 





EL FALANGISTA MACEDONIO


La falange macedonia o falange macedónica era una formación de infantería creada y usada por Filipo II, y más tarde por su hijo Alejandro Magno en la conquista del Imperio persa. Esta formación predominó en las batallas durante el período helenístico hasta ser reemplazada por las legiones romanas. Fue elevada al cénit de su efectividad por Alejandro y en el mundo griego se la consideraba un sistema de combate invencible hasta las derrotas de Cinoscéfalas (197 a. C.) y, especialmente, Pidna (168 a. C.). Más allá de estas mejoras, la auténtica revolución militar llevada a cabo por Filipo II fue la reorganización de las tropas de infantería para la creación de la falange macedonia, gracias a la cual el ejército macedónico ganó una capacidad de maniobra y de escolta que lo hizo superior a sus enemigos. Al igual que en la leva tradicional, las seis divisiones de la nueva falange macedonia eran reclutadas entre las divisiones territoriales del país, pero con la diferencia de que ahora fueron provistas de nuevas armas y un nuevo papel en la batalla. Además, se incrementó notablemente el número de estos soldados: al principio de su reinado eran unos diez mil, y al final de su reinado eran más de veintisiete mil. Otra de las características de la estrategia militar aplicada por Filipo II fue la integración de los pueblos conquistados al ejército macedonio. Otra de las características de la estrategia militar aplicada por Filipo II fue la integración de los pueblos conquistados al ejército macedonio. Uno de los factores más importantes era la organización y disciplina que el ejército necesitaba; así que creó un ejercito permanente conformado por unidades de caballería, infantería ligera e infantería pesada (hoplitas), además contaba con aliados y también usaría a los mercenarios. El ejército lo organizó en una de las fórmulas que más éxito a tenido a lo largo de la historia : la falange. Ésta era un formación de combate en 16 (u 8) filas de 256 hoplitas que iban armados con lanzas de 4.20 ms. de las cuales las de la sexta fila sobresalían 1.5ms a los de los que iban en primera fila, ya que se inclinaban. La falange formaba así un erizo defensivo. Además la falange era precedida por arqueros, honderos y tiradores y también flanqueada por la infantería ligera. El ejército contaba además con una potente caballería en al que se incluían los cuerpos de Hetairoi (Compañeros) y los acorazados, donde iba el rey. En total contaba con un ejército fijo y bien entrenado de unos 30000 hombres, disponiendo de más si era necesario. Los hombres eran reclutados de 12 circunscripciones en las que dividió Macedonia. No podemos olvidarnos de la estrategia, más allá de las formaciones que realizó, usó máquinas de guerra que aterrorizaban a los griegos y que diseñaba el tesalio Polyeidos. Filipo encontró la fórmula que haría de su ejército el más temido y poderoso de la Hélade.




EL LEGIONARIO ROMANO




La historia del Imperio romano va estrechamente ligada a su evolución militar. La legión romana (del latín legio, derivado de legere, recoger, juntar, seleccionar) era la unidad militar de infantería básica de la antigua Roma. El legionario romano fue el núcleo de la extraordinaria maquinaria militar del Imperio Romano durante siglos, las legiones romanas. El legionario (latín: legionarius) era un soldado de infantería pesada integrante de una unidad militar del ejército romano, formada, normalmente, por ciudadanos romanos mayores de quince años. Era conocido por su disciplina y orden. Disciplinado, entrenado y duro como una piedra, su imagen llegó a simbolizar el poder, el dominio y la grandeza de uno de los imperios más grandes de la Historia Antigua. Las legiones romanas profesionales, concebidas y establecidas por Cayo Mario, basaban su efectividad en la calidad de los legionarios y no en su número. Para los romanos como Mario y César eran preferibles mil legionarios adiestrados que diez mil patanes. Por ello, la selección era muy rigurosa en tiempos de paz, ya que en tiempos de guerra siempre se abría la mano un poco más. Existían ciertos requisitos y comprobaciones previas ante un voluntario que se ofreciera para ser legionario. Solían escogerse reclutas con edades principalmente comprendidas entre los 17 y los 23. Ni esclavos ni libertos podían integrarse en una legión, solo ciudadanos romanos. Una estatura mínima de 1,70. No sobrepasar un determinado peso y tener una determinada masa muscular. El voluntario tenía que tener condición de romano de pleno derecho. Se exigía un estado físico saludable, delgado pero musculoso, y gozar de buena vista y buen oído. Existía una predilección por los reclutas robustos y fuertes, con pechos anchos y piernas y brazos capaces de soportar trabajos duros y marchas largas. Era necesario saber leer y escribir. En cuanto al estilo, este se caracteriza por un cabello corto y la cara afeitada o con barba muy corta. Superar las pruebas físicas. Para confirmar estos datos adecuadamente, el voluntario pasaba por un consejo de revisión (probatio). Cuando se le reconocía como apto (probatus), se convertía en recluta (tiro), situación en la que permanecía durante cuatro meses en los que se sometía a instrucción militar. Pasado ese tiempo, prestaba juramento y pasaba a servir como combatiente. El Estado garantizaba el suministro básico de equipo para los soldados, cuyo coste debía descontarse de la paga de estos últimos. El legionario estaba generalmente armado con dos jabalinas (una pesada, el pilum y otra ligera), una espada (gladius), y hasta la época de Trajano, un puñal (pugio). Para su protección portaba un casco (gálea), una armadura de anillas (lorica hamata), placas (lorica segmentata) o escamas (lorica squamata) y un escudo rectangular (scutum) que llevaba una protección metálica o umbo para la posición de la mano. Completaban su equipamiento (impedimenta) un par de sandalias (caligae) y una mochila o morral (sarcina). Uno de sus principales atributos, ya que muchas veces se enfrentaban con ejércitos mayores y mejor equipados, era el de formar parte de un cuerpo sumamente disciplinado y en constante entrenamiento (exercitum), tanto para poder efectuar maniobras militares en forma precisa y exacta, como la famosa tortuga o testudo, como para trabajar en obras de ingeniería militar (construcción de campamentos, murallas y fortalezas) y obras públicas (caminos, puentes y acueductos). Cuando no estaban guerreando, los soldados trabajaban en grandes obras de ingeniería que aún hoy seguimos admirando. Estos trabajos de ingeniería civil, implementados de buen grado en beneficio de las poblaciones locales, incluyeron la construcción de calzadas, puentes, acueductos, canales y acequias, e incluso la creación de ciudades y la ejecución de sus obras de infraestructura y su ornato monumental; piezas todas ellas en extremo complejas que requirieron la diligencia operacional de ciertos expertos como los «mensores» (agrimensores) o los «libratores» (ingenieros topógrafos), presentes entre las filas del Ejército y dotados del material y los instrumentos apropiados para su labor, y de una mano de obra abnegada, disciplinada... y gratuita, ya que el Estado debía costear su soldada de todos modos. En los primeros tiempos no había distinción entre ejército y legión, Roma disponía de una sola legión de hasta tres mil infantes y trescientos caballeros. Con el crecimiento de la población de Roma y las mayores necesidades militares el número de legiones aumentó primero a dos y posteriormente a cuatro. Los trescientos caballeros (centuriae flexuntes o centuriae celeres) formaban la caballería del ejército de la Antigua Roma. Estaban bajo el mando de tres tribunos de la caballería (Tribuni Celerum) y el jefe supremo de la caballería era el magister equitum. El mando de los infantes de cada legión correspondía a los tribunos de la milicia. Los infantes fueron divididos en cinco clases según su armamento (en función de la riqueza personal): las tres primeras eran las llamadas hastati (lanceros) y las otras dos velites (auxiliares). El tamaño de la legión pasó de unos tres mil hombres a más de cuatro mil, pudiendo llegar hasta los cinco mil. También hubo una mayor especialización de los soldados, pero tácticamente no se produjeron cambios y se mantuvo la estructura básica de la falange hoplita. 

Durante el Imperio, la legión fue estandarizada, con símbolos y una historia individual, en donde los hombres servían con orgullo. Las legiones eran comandadas por un legado o legatus. Rondando los treinta años de edad, usualmente serían senadores por tres años. Los subordinados inmediatos del legado serían seis tribunos militares elegidos: cinco oficiales regulares y el sexto, un noble representando al Senado. Había un grupo de oficiales prestando servicios médicos, ingenieros, cronistas y el praefecti castrorum (prefecto o comandante de campo), que había servido como primus pilus, o primer centurión, siendo este un personaje muy respetado. Por debajo del primus pilus se hallaban los centuriones, que tenían como subordinado a un optio. Por debajo se hallaba la masa de legionarios, entre otros especialistas como sacerdotes y músicos. Era necesario un caudillaje firme, que generase adhesión entre los soldados y que velase para que los premios no faltaran cuando llegase el retiro de los veteranos. Esto hizo que el botín y las recompensas se convirtieran en lo más importante para el ejército, relegando la autoridad del Senado a un segundo plano. Además, los generales establecieron fuertes vínculos de fidelidad con sus legiones, a las que utilizaron como instrumento para conseguir metas políticas personales. Los soldados luchaban a cambio de recompensas, lo que les convertía de hecho en mercenarios dispuestos a enfrentarse a cualquiera, incluida Roma. La relación de dependencia entre las legiones y sus generales trascendió a la República, y sembró el germen de las guerras civiles que estallaron en el siglo I a. C. Fue un período muy convulso. Tras las reformas del veterano cónsul Cayo Mario, convertirse en legionario romano era el sueño de muchos que veían en el servicio en las legiones un medio para ganarse la vida y vivir aventuras durante los veinte años que duraba el servicio, para después retirarse confiando en que las campañas se hubieran dado bien y una bolsa bien repleta de denarios, un buen lote de tierras para cultivar y un par de esclavos les acompañaran en el retiro.





EL SOLDADO CARTAGINES


Los cartagineses eran un pueblo de comerciantes que no sentían ninguna devoción hacia la guerra, solo la empleaban como último recurso. El ejército de Cartago fue una de las fuerzas militares más importantes de la Antigüedad clásica. Si bien para Cartago la armada fue siempre su principal fuerza, el ejército adquirió un papel clave en la extensión del poder púnico sobre los nativos del norte de África y del sur de la península ibérica, principalmente en el periodo comprendido entre el siglo VI a. C. y el siglo III a. C. A partir del siglo V a. C. Cartago inició un ambicioso programa de expansión hacia Cerdeña, las islas Baleares y el norte de África. Debido a ello, su ejército se fue transformando en un mosaico multiétnico, pues la escasez de recursos humanos propios motivó la necesidad de enrolar contingentes de tropas foráneas, principalmente como mercenarios. Este hecho convirtió a las fuerzas armadas de Cartago en un conglomerado de unidades púnicas, aliadas y mercenarias. El ejército reclutaba tres tipos de fuerzas: Las fuerzas propias, fuerzas aliadas y fuerzas mercenarias. El ejército estaba compuesto de infantería, caballería, e ingenieros para el sitio de ciudades y cruce de ríos. La infantería cartaginesa comprendía la infantería pesada y la infantería ligera. La infantería pesada fue una copia de la infantería helenística, hasta Jantipo, usó unidades de hoplitas similares a las griegas. A partir de este momento adoptan la falange macedonia con sus sarissas. Aníbal habría en su experiencia contra los hispanos habría abandonado la falange empleada por su padre Amílcar, pasando a usar estas unidades menores similares al manípulo romano. Dentro de la infantería pesada contaba con el Batallón Sagrado, la infantería libio-fenicia, los íberos scutati, los celtíberos, infantería celta, ligures, y al final brucios, apulios y lucanos del sur de Italia. El Batallón Sagrado era la unidad más famosa, era cuerpo de élite similar al Batallón Sagrado de Tebas, que habitualmente no combatía habitualmente fuera del territorio africano. Se situaba en el centro de la formación del ejército, inmediatamente detrás de los elefantes y protegido en las alas por los auxiliares mercenarios y la caballería. Su armamento y formación eran similares a los de los hoplitas griegos: lanza larga como arma principal, espada corta, escudo redondo de 90 cm, casco de bronce, grebas y armadura de gran calidad.
En cuanto a su estructura militar, se trató siempre de un ejército combinado, que disponía de infantería ligera y pesada, de armas de asedio, de hostigadores, de caballería ligera y pesada, así como de secciones de elefantes de guerra y carros de guerra. El mando supremo del ejército fue inicialmente ostentado por los sufetes, hasta el siglo III a. C. A partir de entonces, lo recibieron generales nombrados directamente por el Senado o la Asamblea. Los estrategos o generales eran miembros de la Asamblea o senado púnico, a partir del siglo III eran elegidos por la Asamblea o por las tropas como en el caso de Aníbal y sus hermanos, si bien debían estar sometidos a las órdenes del gobierno de Cartago, siendo este el que controlaba las campañas y tomaba las decisiones. Los generales podían ser cesados después de una derrota e incluso en los primeros tiempos de Cartago, ser crucificados. En los tiempos de la Segunda Guerra Púnica dejó de suceder y los estrategas derrotados eran solo apartados del mando. Como sugieren las fuentes, los cartagineses luchaban en falange, armados al modo hoplita, con “corazas de hierro”, probablemente de escamas o laminares; “cascos de bronce”; y “grandes escudos”, tal y como nos describe Plutarco (Timoleón, 28’ 1) y como ha quedado reflejado en, por ejemplo, el relieve de Chemtou (ciudad del noroeste de Túnez), el cual muestra una panoplia claramente hoplita, con escudo redondo de en torno a un metro de diámetro, convexo y con un amplio borde plano, asociado a una coraza de estilo helenístico de lino, con hombreras y pteruges en la cintura. 


EL GUERRERO GALO



Los galos pertenecían al gran grupo de pueblos que denominamos celtas, un conjunto muy dispar de tribus que ocuparon un enorme territorio en el centro de Europa durante la Edad de Hierro. Procedentes del este europeo, los celtas que se asentaron en lo que hoy es Francia llegaron a representar una seria amenaza para la integridad romana. Se trataba de poblaciones inicialmente seminómadas (que más tarde se hicieron semisedentarias) cuyo modo de vida variaba en función de la riqueza natural del territorio bajo su control, pero que tenían en común las mismas creencias religiosas y una pasión exacerbada por la guerra, además de contar con una notable tecnología metalúrgica. Eran de origen indo-europeo que emigraron sobre el 1.300 hacia el este junto con los pueblos germánicos, itálicos y helenos  ocuparon una zona entre el Rin, el Elba y el Danubio. El origen lejano de los celtas ha de buscarse en dos culturas de la Edad del Bronce cuyos vestigios aparecen diseminados por gran parte de Europa: la de los Túmulos y la de los Campos de urnas, entendidas ambas como protoceltas. Pero su momento álgido llegaría en el siglo V a. C. con su sucesora, la Cultura de La Tène, con la que el celtismo asistió a su período de mayor fecundidad. Se expandió por casi toda Europa, aunque su incapacidad para constituir un frente unido ante sus nuevos y agresivos vecinos, fueran germanos o romanos, condicionaría su propia independencia. Sin embargo, los romanos, aun aceptando este nombre, utilizaron también el de galos, emparentado con el de gálatas, que se refería a los grupos celtas que se instalaron en Anatolia durante el siglo III a. C. En tanto que celtas, los galos se definían a sí mismos como guerreros, y fue sobre todo en la guerra y por la guerra como fueron conocidos por el resto de los pueblos clásicos. Sus insaciables ansias de combatir, unidas a su reputación de pueblo sangriento, eran suficientes para llenar de miedo el corazón de sus oponentes. Los galos se describen como altos y de gran fuerza física, con una piel clara y cabello rubio, que a menudo se teñían por medios artificiales agrupación. Hombres de rango y las autoridades llevaban pelo y barbas largas. Las tribus más bárbaras dieron a sí mismos un aspecto terrible pintando sus cuerpos semidesnudos con dibujos horribles. La clase alta y media de la sociedad gala componían una “casta militar“, dedicada exclusivamente a la guerra. El guerrero celta o galo estaba desde la adolescencia ligado al ejército, mediante el uso de las armas, la practica del arte marcial, y de las costumbres de los guerreros, como la bebida, las fiestas y la caza. Estos guerreros estaban integrados en grupos de la misma edad, el cual no se separaría durante el entrenamiento en la juventud y que luego combatirá en batalla con sus compañeros, apoyando y siendo apoyado por estos, dando una mayor firmeza a la unidad de combate. Estas característicos básicas del guerrero lo hacían muy orgulloso de su condición y altamente indisciplinados por tanto. La aristocracia formaba la caballería y el pueblo que era la mayoría formaba la infantería, La caballería era el arma por excelencia; cargaba a toda velocidad para romper las líneas enemigas, mientras la infantería luchaba cuerpo a cuerpo. La caballería inicialmente iba montada en carros ligeros y posteriormente a caballo como jinetes. En un principio los caballos que tenían los galos eran pequeños y no permitían la equitación, por lo que les enganchaban a carros ligeros. Como pueblo indo-europeo su expansión se vio ligada al uso del carro en combate, muy similar a lo que aconteció en Egipto con la invasión de los hicsos indoeuropeos también. Al igual éstos, emplearon en una primera etapa un carro de combate ligero, tirado por dos caballos y tripulado por dos hombres. Esta arma estaba integrada por la nobleza gala que podía permitirse tener caballos.

La guerra de las Galias fue un conflicto militar librado entre el procónsul romano Julio César y las tribus galas entre el año 58 a. C. y 51 a. C. En el curso de esa guerra la República romana sometió a la Galia, extenso país que llegaba desde el Mediterráneo hasta el canal de la Mancha. La guerra de las Galias culminó con la batalla de Alesia en 52 a. C., donde los romanos pusieron fin a la resistencia organizada de los galos. Esta decisiva victoria romana supuso la expansión de la República romana sobre todo el territorio galo. Los oponentes galos de César eran considerablemente menos hábiles que los romanos en términos militares. Podían disponer de inmensos ejércitos pero sufrían falta de flexibilidad y disciplina. Los guerreros galos eran oponentes feroces y esto les reportaba la admiración de los romanos, pero carecían de disciplina en el campo de batalla. Sus tácticas estaban restringidas a cargar en masa sobre sus enemigos, y su falta de cohesión los volvía incapaces de ser eficaces durante los enfrentamientos. Tampoco tenían un apoyo logístico y no podían permanecer en el campo tanto tiempo como los romanos.


EL GUERRERO HUNO



Los hunos (latín vulgar: huni; también como chuni; griego medieval: Oúnnoi / Οὕννοι) constituyeron una confederación de pueblos nómadas y seminómadas, formada a partir de varios grupos étnicos procedentes del área esteparia del Asia Central, junto con grupos conquistados o asimilados en el área balcánica. Los Hunos era un pueblo muy violento y salvaje; era denominados así, puesto que utilizaban la violencia para llegar al poder. Sin duda eran excelentes jinetes arqueros, veloces y decididos, de táctica impredecible, extendieron el miedo por el Imperio. Los Hunos fueron llamados bárbaros por los romanos a los que invadieron entre los siglos IV y V. Este pueblo Bárbaro quería imponerse sobre Roma, ya que en ese entonces estaba en decadencia y además se creía que estaba cubierta en oro y rodeado de tesoros, lo que llamaría la atención de cualquier pueblo, pues la riqueza podría otorgarle más poder; en consecuencia de estos acontecimientos comenzaron las guerras violentas contra Roma. En torno al año 370, ejércitos de hunos tomaron gran parte de Europa occidental, conquistaron a tribus germánicas y ahuyentaron a otras de su creciente territorio. Se cree que el pueblo nómada procedía del actual Kazajistán y barrió las estepas orientales tras el 350 d.C. Algunos expertos creen que eran una tribu túrquica que descendía de los xiongnu, un grupo de pueblos nómadas dedicados al pastoreo que unificaron gran parte de Asia entre finales del siglo III y principios del siglo II a.C. Conforme avanzaban por el mar Negro, los hunos atacaban a quienes se interponían en su camino. Estos pueblos —vándalos, visigodos, godos y otros grupos— huyeron hacia Roma. Las migraciones provocaron inestabilidad en el Imperio romano y, de este modo, los hunos se ganaron una reputación sanguinaria. Fueron descritos en la Historia Goda como “cortos de estatura, rápidos en sus movimientos, jinetes consumados, de amplios hombros, muy diestros en el manejo del arco y de las flechas, y llevan siempre la cabeza erecta con aires de orgullo. Aunque viven con forma de hombres, poseen la crueldad de las bestias salvajes”. Su líder más célebre, Atila el Huno, consolidó dicha percepción. Entre los años 440 y 453 d.C., Atila dirigió los ejércitos de hunos por gran parte de Europa, incluida la Galia (en la actual Francia). Por el camino, saqueó con desenfreno, motivo por el que los documentos históricos lo describen como el «azote de Dios» cuyo pueblo cometía actos de terror atroces al entrar en territorios nuevos.



EL VIKINGO



Guerreros de Dinamarca, Noruega y Suecia asolaron las costas europeas durante siglos y llegaron a lugares hasta entonces desconocidos por el hombre. Los escandinavos de la época vikinga eran más que meros guerreros sedientos de sangre. Los vikingos eran temerarios por naturaleza, ya que su actitud a la vez valiente y fatalista les llevaba a asumir grandes riesgos. Los grupos de asalto parecían tener una extraordinaria habilidad para evitar pérdidas, ya fuese en batallas terrestres o bien durante peligrosas expediciones marítimas. El número de muertes a causa de la guerra resultó, en algunas ocasiones, tremendamente elevado si se compara con el total de población vikinga. Los vikingos son conocidos, con todo merecimiento, por sus permanentes saqueos. Al mismo tiempo, sin embargo, muchos de ellos vivían de forma pacífica como comerciantes o granjeros, y muchas expediciones tenían como objetivo acuerdos de trueque. La devastación de los vikingos dejó enormes huellas en las partes de Europa atacadas. La época vikinga abarcó en Escandinavia desde aprox. el año 800 al 1050 (D.C.). El periodo recibe el nombre de una población, los vikingos, que navegaron en grandes zonas de Europa combatiendo, explorando y comerciando. La era vikinga comenzó en el año 793 con el ataque al monasterio inglés de Lindisfarne, que es el primer ataque vikingo que se conoce. El acontecimiento que marca el final de sus días de gloria es la muerte del rey Harald Hardrada en la batalla de Stamford Bridge en 1066. Los ataques, el saqueo sistemático, la colonización y el comercio llevaron a los vikingos hacia muchos lugares y en múltiples direcciones. Al principio, sólo unos pocos vikingos navegantes sobrevivieron a las duras travesías, pero las flotas aumentaron y muy pronto había cientos de los llamados drakkar o largos barcos vikingos. Con ellos cruzarían el Mar Báltico y los ríos de Rusia hasta alcanzar, en los mares Negro y Caspio, Bizancio y el Califato de Bagdad. Fueron también los primeros europeos en llegar a Groenlandia y América del Norte. De hecho, el explorador vikingo Leiv Eriksson navegó hasta las costas del continente americano alrededor del año 1.000, es decir, cinco siglos antes de que lo hiciese Cristóbal Colón. La fiereza con la que se nos han pintado, capaces de masacrar y arrasar aldeas enteras durante sus pillajes, y la atmósfera épica que el siglo XVIII y el Romanticismo les otorgaron hacen que la imagen que aparece en la mente de cualquiera al hablar de vikingos sea muy parecida: alto, rubio, de barba espesa y cuerpo musculoso, blandiendo un hacha y con un casco de cuernos en la cabeza. Pero no, los vikingos no tenían cuernos en el casco ni eran demonios que bebían la sangre de niños inocentes. Los pueblos nórdicos iban mucho más allá del saqueo y su importante papel en la historia medieval de Europa lo demuestra. Es innegable que eran un pueblo guerrero. Su propia religión y concepción del mundo les hacía valorar el carácter luchador por encima de todo y les incitaba a lanzarse al combate sin dudarlo, esperando conseguir así una muerte gloriosa y un lugar junto a los dioses. Pero también eran comerciantes, artesanos, herreros y navegantes. Detrás del éxito marítimo obtenido por los vikingos hay un profundo conocimiento de la construcción de barcos y de navegación. La construcción de naves sólidas aptas para la navegación, en combinación con los conocimientos sobre cómo navegar mejor les llevó hacia el este, atravesar Rusia hasta la fantástica Bysants, y llegar hasta América, 500 años antes que Colón.



EL CATAFRACTO



Era una unidad de caballería pesada en la que tanto el jinete como el caballo portaban armadura. Si bien es cierto que su poder de choque era más que significativo y su invulnerabilidad casi total, adolecía de defectos notorios: tanto el jinete como el caballo se cansaban pronto, se movían más lentamente que otras caballerías y eran poco aptos para una lucha prolongada en el desierto. A lo largo de toda la historia antigua ha habido varias civilizaciones con guerreros catafractos, esto es, jinetes a caballo en los que tanto la persona como el animal estaban protegidos por una armadura pesada. Esta férrea protección favorecía que fuera una unidad de combate con una gran fuerza de choque y prácticamente invulnerable a cualquier daños. Sin embargo también tenía desventajas: la más evidente de ellas era la fatiga que se apoderaba rápidamente tanto del jinete como del caballo al tener que soportar el peso de la armadura. Por la misma razón, no podían moverse tan rápido como otras unidades de caballería y además, no eran útiles en ámbitos desérticos. La diferencia entre los catafractos y la caballería pesada medieval occidental es que los primeros tenían mucha más poder de maniobra ya que no se limitaban a la carga y la tomada sino que también podían hacer ataques envolventes, cargas por el flanco y hostigamiento con armas ligeras como arcos y dardos. Tras su aparición en las tierras iranias, fue usado por los distintos pueblo que dominaron las llanuras del Asia Central: aqueménidas, partos, sármatas, godos… Incluso Roma precisó la creación de este tipo de unidad para poder enfrentarse a los bárbaros orientales en igualdad de condiciones.